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U N I C O T O S ( Andalucia)









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LecturaRelato extraido de la Web Club de Caza.

Papá, ¿vos qué sos, cazador o asesino?

   Una vez les relaté cómo fue mi bautismo de fuego, y les dije que para el primer tiro con escopeta faltaba algún tiempo, pues bien, si la memoria no me falla, paso a contarles…

   Con mi tío Marobio, por supuesto, fuimos un día a las perdices, obviamente mi tarea estaría abocada al recupero de las piezas.         

   Aclarado este tema nos introducimos al campo, caminamos, cazamos —«cazó», en realidad— mientras yo efectuaba el recupero con total acierto en lo que a efectividad se refiere —en lo único que fallaba era en la muestra—.

   Estábamos por emprender la retirada y, antes de salir del campo, me dice: «Tati, mientras yo desplumo las perdices, agarra la escopeta y fíjate si puedes cazar alguna torcaza». Se podrán imaginar que ni la frase pudo terminar cuando yo ya me había abalanzado sobre el arma; aquí se tomó unos minutos en explicarme todo lo que a seguridad se refería. Andando por la calle y con tanta mala suerte de no encontrar ni una paloma, escucho el llamado de mi tío que me invitaba a la retirada. No contento con esta decisión, me propuse efectuar el primer disparo contra la que se moviera, y es ahí donde se me cruzó la lechuza justo delante de los perdigones.

   Allí iba el Tati con su trofeo de caza, lleno de gozo me dirigí donde Marobio y grande fue la sorpresa al ver la expresión de su rostro cuando vio lo que traía.

   Lo único que recuerdo fueron sus palabras. «¿Recordás cuando te dije que todo lo que se caza de debe consumir? ¿Cuando te hablé del respeto por la caza y la pieza abatida?, bueno, es tiempo de que lo pongas en práctica, pela esa lechuza, que te la vas a comer».

   No entraré en detalles, pero como se imaginará, nunca más volví a matar una lechuza…

   Pasaron los años, este pequeño cazador creció, cazó, desplumó y preparó infinidad de platillos con el fruto de sus cacerías, hasta que el señor puso en mi camino una señorita que terminó por ser mi esposa, y fue ella quien trajo al mundo mis dos mayores alegrías, Julieta y Ramiro.

   Fue el varón el que un día, cuando volvió de la escuela, me preguntó si yo era un asesino porque mataba animales. Entonces, con toda la paciencia del mundo, le conté todo lo narrado en estas líneas, recalcándole los principios básicos de todo buen cazador: lo que se caza se consume, y lo importante no es cazar, sino estar cazando…

   Con el tiempo comenzó a transitar el mismo camino que el padre había recorrido de pequeño, y se dio que estando esperando el cruce de las torcazas me tropecé con una osamenta de un perro, la cual quise arrojar lejos de donde estábamos. Fue allí que Ramiro observó unos gusanos que trataban de todas maneras de ocultarse rápidamente, cuando me preguntó qué eran esos bichos, a lo que yo le respondí: «nada hijo, son gusanos que estaban debajo de la osamenta, písalos que no se escapen».

   Me miró, un brillo extraño salió de sus ojitos, y me contestó:

   «No papá, me los voy a tener que comer…»

   Post-data: ¿¿¿Cuál es la parte que le expliqué mal???El Tati